Lost Odyssey:

viernes, 24 de octubre de 2008

La partida de Hanna:





Los miembros de la familia tienen los ojos llorosos cuando dan la bienvenida de nuevo en la posada a Kaim tras su largo viaje.
-Muchísimas gracias por venir.
Kaim comprende la situación al instante.
La hora del adiós está cerca.


Pronto, demasiado pronto. Pero ya sabia que este dia llegaría tarde o temprano, y no en un futuro lejano.
"Puede que no te vuelva a ver más", le había dicho ella con una triste sonrisa cuando partió de viaje. Estaba acostada en la cama. sonriendo con su rostro de blancura casi transparente, terriblemente frágil, y por ende indescriptiblemente bello.

-¿Puedo ver a Hanna?
El posadero asiente ligeramente la cabeza.
-Pero no creo que vaya a reconocerte
Le advierte a Kaim de que no ha abierto los ojos desde anoche. El ligero movimiento de su pecho indica que aún se aferra a un frágil hilo de vida, pero podría romperse en cualquier momento.
-Que pena ... Se que para ti era muy importante venir a verla...
Otra lágrima resbala por la mejilla de la mujer.

-No te preocupes, no pasa nada-la tanquiliza Kaim.
Ha presenciado innumerables muertes, y su experiencia le ha enseñado mucho.
La muerte arrebata el habla en primer lugar. Luego la vista. Sin embargo, lo que si que aguanta hasta el final es el oido. Aunque el enfermo pierda la conciencia, no es extraño que la voces de los familiares provoquen sonrisas o lagrimas.
Kaim rodea con su brazo el hombro de la mujer.
-Tengo muchas historias de viajes para ella.
Llevo esperando esto todo el tiempo que he pasado fuera.
En lugar de sonreir, la mujer deja escapar otra gran lagrima y asiente.
-Y Hanna esperaba poder oir tus historias-dice con palabras entrecortadas por el llanto.

El posadero interviente.-Ojala pudiera pedirte que descansaras del viaje antes de verla, pero...
-Por supuesto, la vere ahora mismo-dice Kaim, interrumpiendo la disculpa del hombre.
Queda muy poco tiempo.
Hanna, la unica hija del posadero y de su esposa, probablemente no pase del proximo amanecer.
Kaim deja su equipaje en el suelo y abre sin hacer ruido la puerta del cuarto de Hanna.

Hanna fue muy debil desde su nacimiento. Lejos de disfrutar de la oportunidad de viajar, apenas habia salido del pueblo, siquiera del vecindario, donde habia nacido y crecido. El medico habia dicho a sus padres que aquella niña difilmente llegaria a adulta. Los dioses habian reservado un triste destino para aquella diminuta niña de rasgos de muñeca extraordinariamente bellos.

Tal vez los propios dioses intentaran expiar esta cruel injusticia haciendo que la niña fuera la hija unica de los dueños de una pequeña posada de carretera.
Hanna no podia ir a ninguna parte, pero los huespedes de la posada de sus padres le solian contar historias sobre ciudades, paises, paisajes y gentes que ella nunca conoceria. Cuando un nuevo huesped llegaba a la posada. Hanna siempre desplegaba su bateria de preguntas.
"¿De donde eres?", "¿A que te dedicas?", "¿Me cuentas una historia?".

Solia sentarse y escuchar aquellas historias con ojos brillantes y vivos. Instaba al viajero a pasar rapido al siguiente episodio con un "¿Y luego? ¿Y luego?". Cuando se marchaban, siempre les rogaba:
"¡Por favor, vuelve y cuentame montones de historias sobre paises lejanos!". Solia quedarse despidiendo con la mano al viajero hasta que desapareciera de la vista por la carretera. Luego soltaba un melancolico suspiro y volvia a la cama.

Hanna duerme profundamente.
No hay nadie más en la habitacion, lo que tal vez indica que hace tiempo que los medicos la dieron por perdida.
Kaim se sienta en una silla cercana a la cama y la saluda con una sonrisa-Hola, Hanna. He vuelto.
Ella no responde. Su pequeño pecho, que aún no tiene los rasgos del de una adulta, sube y baja casi imperceptiblemente.

-Esta vez fui mucho más alla del oceano-le cuenta Kaim-.
El océano del lado desde el que sale el sol. Tome un barco en un muelle lejos, lejísimos, mucho más alla de las montañas que ves desde esta ventana, y estuve en alta mar desde el momento en que la luna era un circulo perfecto en el cielo, mientras fue haciendose cada vez más pequeña y luego cada vez más grande, y hasta que estuvo llena de nuevo. Allá donde alcanzaba la vista no habia más que mar. Tan solo agua y cielo. ¿Te lo imaginas, Hanna? Nunca has visto el mar, pero estoy seguro de que la gente te habrá hablado sobre él. Es como un charco enorme e infinito.
Kaim se ríe para sí mismo y parece que las mejillas pálidas de Hanna se mueven ligeramente.

Puede oirlo. Aunque no puede hablar ni ver, sus oidos aún estan vivos.
Kaim, convencido y confiado en que eso sea verdad, continúa el relato de la historia de sus viajes. No dice palabras de despedida.
Como siempre con Hanna, Kaim sonríe con una dulzura que nunca ha tenido con andie más, y prosigue narrando sus historias con una voz alegra, que a veces incluso acompaña de gestos exagerados.
Le habla del océano azul.
Le habla del cielo azul.
Pero no le dice nada sobre la despiadada batalla naval que tiño de rojo el océano.
Nunca le habla sobre esas cosas.

Hanna aún era una niña muy pequela cuando Kaim se hospedo por primera vez en el hostal.
Cuando, con su diccion infantil y su sonrisa inocente, ella le asaltó con sus preguntas sobre su origen y le pidio que le contara sus historias. Kaim sintio algo dentro de su pecho.

Aquella vez volvia de una batalla.
Más exactamente, habia terminado una batalla e iba de camino a otra.
Su vida consistia en vagar de un campo de batalla a otro, y nada de eso ha cambiado desde entonces.
Ha sesgado la vida de innunerables soldados y enemigos y presenciado la muerte de infinidad de camardas en el campo de batalla. En realidad, lo unico que separa a los enemigos de los camaradas es una cuestion de suerte. Si las ruedas del destino hubieran girado de manera diferente, sus enemigos habrian sido camaradas y sus camaradas, enemigos. Tal es el destino del mercenario.

En aquella epoca, su animo estaba destrozado y se sentia insoportablemente solo. Como ser inmortal, Kaim no temia a la muerte, razon por la cual los rostros de los otros soldados estan deformados por el miedo, y por la que el rostro de casa hombre que murio sufriendo quedó grabado a fuego en su memoria.
Normalmente, solia pasar la noche bebiendo en la carretera. Sumiéndose en el sopor etílico-o fingiendo sumirse en él-intentaba obligarse a olvidar lo inolvidable.
No obstante, cuando vio la sonrisa de Hanna al pedirle que le contara historias sobre su largo viaje, sintió un consuelo más cálido y profundo del que nunca hubiera obtenido del licor.

Le hablo de muchas cosas...
De una flor preciosa que descubrio en el campo de batalla.
De la belleza cautivadora de la bruma cuando invade el bosque la noche previa al combate final.
Del incomparable sabor del agua del manantial de un barranco en el que sus hombres y él se habían refugiado tras haber perdido una batalla.
Del vasto e inabarcable cielo azul que vio tras una batalla.

Nunca le contaba nada triste. Omitia todo lo referente a la mezquindad del ser humano y la estupidez que presenciaba sin cesar en el campo de batalla.
Le ocultó su condición de mercenario, las razones que llevaban a viajar constantemente, y le hablaba solo de cosas bonitas, dulces y agradables. Ahora comprende que si le contó a Hanna ese tipo de historias bonitas sobre sus viajes no fue tanto por no corromper la inocencia de la niña, sino por el bien de sí mismo.

Quedarse en la posada en la que Hanna esperaba verle de nuevo terminó por convertirse en uno de los pequeños placeres de la vida de Kaim. Narrarle los recuerdos con los que volvía de sus viajes le hacía sentir una ligera redención, por tenue que fuera.
Su amistad con la niña continuo cinco años, diez años. Poco a poco, ella se acercaba a la edad adulta, lo que significaba que, tal como los médicos habían predicho, cada día se acercaba más a la muerte.

Y ahora, Kaim termina la ultima historia de viajes que compartirá con ella. No podrá volver a verla, no podrá contarle sus historias de nuevo.
Antes del alba, cuando la oscuridad de la noche alcanza su cenit, las pausas en la respiración de Hanna se vuelven más largas.
El frágil hilo de su vida está a apunto de ceder mientras Kaim y sus padres la cuidan.
La lucecita que anidó en el pecho de Kaim se apagará.
Sus solitarios viajes, esos largos viajes sin fin, comenzarán de nuevo mañana.

-Pronto estarás partiendo hacia tus propios viajes, Hanna-le dice Kaim con dulzura-.
Partirás a un mundo que nadie conoce, un mundo que nunca ha aparecido en las historias que has oído hasta ahora. Por fin podrás dejar tu cama y vagar por donde quieras. Serás libre.
Quiere hacerle saber que la muerte no es sufrimiento, sino un mezcla de alegría y lágrimas.-Ahora te toca a ti.Procura contarle a todo el mundo los recuerdos de tu viaje.
Tus padres harán ese mismo viajes algún día. Y algún día Hanna podrás reencontrarte más allá del cielo con todos los huespedes que conociste en la posada.

Y yo, sin embargo, nunca viajará allí.
Nunca podré escapar de este mundo.
Nunca te volveré a ver.
-Esto no es una despedida. Es solo el comienzo de tu viaje.
Le dice una ultima cosa.
-Nos volveremos a ver.
Es su ultima mentira.

Hanna parte hacia su viaje.
En su rostro aparece una sonrisa tranquila, como si acabara de decir un "hasta pronto".
Sus ojos no volverán a abrirse. Una solitaria lágrima resbala lentamente por su mejilla.

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